En estas fechas, con sus celebraciones otoñales y religiosas, una flor marca la esencia ritual. El crisantemo, junto a la dalia y las siemprevivas forman parte del más tradicional de los adornos florales en sepulturas y hornacinas. Aunque sustituidas por nuevas u diversas variedades, su simbología sigue intacta en la tradición y en la cultura.
Originario de China, el crisantemo ornamental se usa desde hace miles de años con varios fines. Desde los Festivales Sagrados hasta para hacer el famoso té contra la gripe, de efectos demostrados. Pero de las miles de variedades silvestres y domesticadas, se extraen múltiples aplicaciones como la flor del piretro, que tanto ahuyenta a los mosquitos como fortalece el cabello, le da un ligero color dorado y disminuye la caspa.
Los más grandes y con más pétalos se han usado en Japón para demostrar la divinidad o la sacralidad de templos y personas. De hecho, el crisantemo es la flor nacional del Japón y el emblema de su escudo imperial. También en la India y todo el sureste asiático tiene valores que se relacionan con la salud, la longevidad y el culto a los muertos.
Precisamente sus ritmos de floración, que comienzan en otoño, le hacen, junto a las dalias, un recurso importante a la hora de decorar y engalanar sepulturas de tumba, nicho, mausoleos o monumentos conmemorativos. Por eso los cementerios se llenaban de sus hermosas flores y lo siguen haciendo. Hay muchas personas que no los cambian por recursos florales más variados y más o menos caros.
La ópera "Madama Butterfly" de Puccini, está basada en la obra "Madame Crysantheme" y es la flor que la protabonista lleva en su trágico final y con la que engaña a su hijo para que no vea como ella cumple con su destino.
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