¿Perdonar?

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26Octubre 2019
¿Perdonar?
Artículo terapéutico de Ana María Molina Fernández, psicóloga clínica.
Hay heridas tan hondas, tan íntimas, tan radicales, que sólo pensar en el autor/a de las mismas hace que sangren con más fuerza. Lógicamente porque las ofensas, las heridas que más duelen no son las que vienen de un enemigo; antes bien, quienes pueden herirnos más profundamente son aquellos por los que sentimos un mayor grado de afecto, de cariño, de amor.
 
Y se nos viene a la cabeza una y otra vez la ofensa, y despierta siempre en nosotros un punzante dolor en el lado izquierdo del pecho, o en la cabeza, o en el estómago, o en grupos musculares, o en la mente. Y sentimos ira por haber sido tratados injustamente ( ¡con lo que yo he hecho por el/ella!), y como fruto de esa esa ira podemos hasta maldecir su nombre y el día que le abrimos nuestro pecho y nuestra casa. Pero al mismo tiempo nos clavamos las uñas a nosotros mismos hasta hacernos sangrar.
 
La ira es una emoción negativa muy fuerte, que necesita salir para no hacernos enfermar, pero también de manera adecuada para no herir a inocentes con nuestra furia. Recomiendo poner una silla vacía enfrente de la nuestra, sentar (imaginariamente) a quien nos ha herido y decir de viva voz todo lo que nos duele y nos gustaría decir a esa persona si la tuviéramos enfrente. Y cuando haya descendido nuestra agresividad hacerlo frente a la persona directamente. 
 
¿Y después de esto?...

Después de esto perdonar. "¿Perdonar?... ¡ni olvido ni perdono, cómo  voy a perdonar que...!.

Pues si, el mejor camino es perdonar, porque al perdonar somos los primeros en beneficiarnos, con ello dejamos de sufrir tan intensamente. 
 
Perdonar tiene que ver más  con uno mismo que con quien nos hirió. No implica olvidar la ofensa, ni siquiera quitarle importancia, y mucho menos continuar la relación con esa persona (te perdono pero no quiero que la relación continúe). Hay hechos y palabras que podemos perdonar, pero no olvidar por la gravedad de la herida. Se quedan fijados a nuestra memoria. Pero si hemos conseguido perdonar tendremos una vision más comprensiva que nos permitirá restar el dolor.
 
Todo esto no es algo que podemos hacer de un día  para otro. El perdón es un proceso, un camino y por encima de todo una decisión, La Decisión de Perdonar. Una de las decisiones más inteligentes y  sanas que podemos tomar, para nosotros mismos y los que nos rodean.
 
En ese proceso, en ese camino hacia el perdón pasaremos por diferentes etapas, empezando por asumir el daño recibido (no negarlo ni desviarlo) y manifestar nuestro estado, darle voz y cauce. Hasta el momento en el que tras utilizar la empatía y pensar en qué llevó al otro a dañarnos, llegamos a un momento en el que entendemos que más que un asunto de perdonar algo se trataba de un asunto de entender algo. Y si lo que hemos entendido de esa persona no nos gusta, la apartamos de nuestra vida en la medida que podamos, pero la perdonamos, nos negamos a que la herida nos reconcoma toda la vida. Te dejo ir, te suelto.
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