1984

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Puertollano Magazine

Ecoembes

04Febrero 2020
1984
George Orwell nos deslumbró a todos los que leíamos en los años precedentes a la fecha que ocupa el título de esta narración. Efectivamente, cuando llegó el año susodicho, no habían ocurrido gran parte de las cosas que se anunciaban en la novelita del inglés. Lo mismo ocurriría, tiempo más tarde, con el 2001 de Arthur C. Clarke y su sosias Kubrick. Sin embargo, la historia concitó circunstancias que parecían avalar las distopías propuestas por tan insignes autores. No fueron tan afortunados como Julio Verne, cuyas premoniciones hemos cumplido casi al pie de la letra, o como la más grande de todas: la de Lucio Anneo Seneca, abogado cordobés que al principio de nuestra era pronosticó el descubrimiento de América para quince siglos después de que lo escribiera. La realidad fue tan enorme que se nos olvida que su profecía fue uno de los pretextos en los que basó Isabel de Castilla y León la financiación de una excursión tan determinante.
Orwell, en 1984 describe una sociedad vagamente determinista que tenía mucho que ver con el comunismo o el fascismo absolutos. Lo mismo hizo con los cerdos de la Granja de los Animales y su Napoleón, a quien era imposible distinguir de un ser humano cuando concluye sus negociaciones. El escritor londinense, que fue socialdemócrata convencido hasta el fin de sus días, le hizo el mejor “Homenaje” a Cataluña que se haya redactado jamás.

Aquella ciencia-política-ficción no ha resultado fidedigna por pocas fechas. El Gran Hermano, que es una realidad implacable de la red global de comunicación y vigilancia, se ha convertido en un programa de chinchorreo, y los rebeldes animales de las granjas tienen defensores que se juegan la vida por ellos como si fueran personas.

Tenemos que acordarnos también de Aldous Huxley, británico también y estadounidense por emigración, que utilizó su maravillosa clarividencia para señalar, en su futuro imaginario, el desprecio por la ancianidad y por el libre albedrío. Además de sus dotes para escudriñar el más allá, describió en “Un Mundo Feliz”, a la sociedad de los poderosos, que no abandonaban nunca la juventud, que se sentían felices gracias a drogas recreativas suministradas por el Estado y que habían dividido a la Humanidad en castas diseñadas por ingeniería genética, para que cada cual se ocupase de lo suyo sin molestar al resto. Lo de los “machos alfa” que ahora tanto estudiamos en sociología, lo inventó el novelista basándose en la libre disposición de la cocaína y el alcohol que fue luego limitada por leyes secas y gobiernos asustados. Falló en su premonición al ignorar que los ricos poderosos y quienes pudieran llegar a serlo ansiaban más la inmortalidad que un dominio de la procreación mundial.

Isaac Asimov nos hizo soñar con las “Fundaciones” en un imperio galáctico que tiene toda la pinta de parecerse al poder global de las grandes potencias, y les enseñó la historia de los grandes poderíos terrestres (romano, hispano, musulmán, germánico, británico) a los niños que fabulaban con robots y mutantes en el porvenir de la galaxia. Incluso Philip K. Dick se obstinó en señalar 2019, felizmente agotado, como el enclave en que sus androides y sus ovejas eléctricas buscaban un mañana a su fecha de caducidad. Ridley Scott nos lo puso en verso a través de una película.

En 2001 no habíamos conquistado los viajes interestelares ni habíamos descubierto monolito alguno en la luna, pero todo podría ser. Mucho más inquietante es comprobar, según nos anunciaba “Star Trek”, que podríamos comunicarnos con Ohio desde la Fuente Agria, y compartir video conferencias desde nuestra casa, igual que en muchas películas que disfrutamos sin saber a dónde nos podían llevar tales inventos.

En Puertollano y su irrepetible comarca 1984 significó el final del bachillerato para mí y la despedida de la adolescencia. Realmente fue de ciencia ficción porque lo pasé muy bien. Incluido el Servicio Militar.

Llegado 2020, fin de una década, vamos a comenzar los años veinte de esta nueva centuria. Recuerden que éste es el último de los diez y que en el 21, a poco más de once meses, podríamos comenzar una etapa feliz, también de posguerra, llena de músicas con las que bailar drogados, como ocurrió hace casi cien años sin que de aquello quede más vestigio que el charlestón.
Foto: La Comarca de Puertollano
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