Para mi familia y la suya somos consanguíneos. Mi propia vida está ligada a su madre querida, Aurora, y a su difunto padre con lazos irrompibles. El primer juguete importante que recuerdo y del que hay fotos en casa, es un caballo de cartón-piedra precioso, con ruedas y una resistencia que ya no se encuentra. Era de color rojizo, con tintes del naranja al marrón y franjas negras. Me lo compró mi padre del tenderete de los cacharreros y los cuatro hermanos mayores jugamos con él hasta que Dioni se lo comió, literalmente, mordiendo las orejas de papel compactado cuando echaba los dientes.
Años después, en plena adolescencia, asistí a los primeros espectáculos de un joven artista que cantaba y contaba chistes con toda la gracia posible, mientras imitaba a los personajes de las distintas épocas del tiempo. Se hizo novio con Ana Mari y fueron padres de Rafa y de Javier, a los que considero de mi estirpe.
Los avatares de la vida han corrido parejos con una empresa que sigue haciendo deliciosas las noches de pueblos, verbenas y canales de televisión. Nunca nos ha fallado a los amigos de siempre y ha sido generoso hasta la saciedad.
Desde hace muchos años, cuando los comunicadores dejamos de recibir agendas y dietarios de empresas, entidades e instituciones diversas, mis calendarios de trabajo tienen a Fama Acapulco como patrocinadores. No puedo olvidar a estos amigos que se buscan la vida dando trabajo a tantos cantantes, orquestas y solistas, que se han hecho un hueco en las fiestas de nuestro terruño. Es por eso que quiero dedicar a Rafa, Ana María, Aurora, Rafael y Javier, en nombre de tantos artistas humildes e importantes que han surgido de nuestras propias entrañas, esta felicitación navideña que puede extenderse a cuantos aman la música y el escenario y que han hecho de su profesión nuestro entusiasmo.