Carnaval sin cataratas

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Ecoembes

03Febrero 2023
Carnaval sin cataratas
Puertollanenses y puertollanensas, puertollanitos y puertollanitas, puertollaneras y puertollaneros; mascaritas y mascarones; mariquitas, maricones; prostitutas y putones, ciudadanía en general, Este año, con máscaras y sin mascarillas, algunos vamos a estar ausentes por motivos de visión borrosa. Deseadme que estas cosas sean para bien. Al ver un viejo pregón, todo me sigue cuadrando. Por eso recuperamos algunas cosillas.
Siempre, por estas fechas, me encanta hacer un elogio de la máscara, un canto a la fiesta del disfraz, del travestimiento ocasional y de la bula para la crítica y la procacidad. Son las bases de esta celebración de la libertad que es el Carnaval.  

Todos decimos que este festejo está en crisis, no se le escapa a nadie. A todas luces, la explosión de color, de risa y de multitud que tuvieron al final de la dictadura, durante la transición y durante los primeros años de democracia, se han perdido en los anales de una memoria que no quiere volver a hacerse realidad. Evidentemente, aquel fulgurante recobrarse de las carnestolendas tenía mucho que ver con la represión y la prohibición. Franco, como todos los fascistas, tenía miedo de permitir que se hablara de él y hubiera peligro para sus esbirros en sus  dominios. Principalmente en las zonas que no se habían rendido tras la guerra civil, sino que habían sido ocupadas y purgadas mediante simulacros de juicios o sin ellos. Tras los asesinatos políticos vendría la muerte de una cultura que ni la más obcecada Inquisición había podido clausurar. El antifaz estaba proscrito.

De aquellos tiempos heroicos, cada uno de los pueblos de la comarca tiene sus mascarones particulares. Nuestro Josito son buenas muestras de ello. José Aguilar se travestía y se iba a dar la murga por las calles tomadas de guardias. Más de una vez, junto a quienes desafiaban a la autoridad asfixiante, tuvo que pasar una noche toledana en la Casa de Baños. Apaleados y multados, sacaban más fuerzas para el año siguiente y vivían su Carnaval con el frenesí de lo vedado.
        
Puertollano vivió una prohibición castrante, por ser ésta una población roja impenitente y peligrosa. Aquí pillaban una máscara y le daban una somanta que se iba al hilillo debajo del saco de arpillera que solía ser el disfraz.

En el baile de máscaras de la sociedad actual, tal vez no entendemos que haya necesidad de hacer la crítica, de transformarnos en lo que no somos, lo que queremos ridiculizar o lo que querríamos ser. Pero eso no es verdad. Si se esconden las caretas, nos disfrazamos de otras cosas. Y el poder no cambia del todo. Aunque es innegable que ahora podemos hablar, no lo es menos que cuando cuentas la verdad, los mentirosos insisten en acusarte de criminal. Incluso instancias más libres y menos proclives a la interdicción se sienten más cómodas si no se les enjuicia con la ironía, la claridad e incluso con la mala leche de una chirigota.

El Carnaval manchego tiene tintes de ilustre desfachatez, de clara escatología que ilumina con fantoches y palabras soeces unos días de desenfreno y buen humor. En Calzada de Calatrava comienza ya el jueves lardero. Se mantean los peleles y salen las máscaras a la calle.      

En Miguelturra, los disfraces asaltan la calle, en Argamasilla se hacen bailes de máscaras. En Almagro, Herencia y Bolaños se viven unos carnavales extenuantes. En toda la provincia, en fin, se hace un carnaval lleno de caricaturas grotescas, procaces y sentidas. Mis recuerdos del carnaval de los últimos sesenta y primeros setenta, con poquitos años y poca alzada, son de ir disfrazado con cualquier cosa. Un trapo, una careta, un antifaz hecho a mano y a máquina Singer, y salir con mi madre y algunas vecinas a vivir el carnaval clandestino. Siempre, tras unas cuantas vueltas por el barrio, salía alguna vecina a dejarse varear por los tapados. Otras velaban por nuestra seguridad, en las esquinas. En un momento nos decían que pasáramos al portal. Y se cerraba la puerta mientras gentes de uniforme repartían hostias entre los corzos despistados.

Las fiestas privadas y los bailes particulares fueron diluyéndose en la única fiesta municipal y el único desfile municipal, con un único concurso municipal. Hasta los bares dejan de hacer fiestas. Excepción hecha de algunos locales que han puesto incluso dinero de su bolsillo, que han sido denunciados y multados y luego… algunas veces… indultados. Que se lo digan al Punto, al trastero, a la Suite… Olé por mi Chinín y sus compas. Os quiero y os lo agradezco.

Pero nuestro Carnaval ha resistido. Ahí nos tienen, a la mascarona, Aurori, a mi Paqui Herrera y a mi Vicente Usero, a los mascarones, que salvo algún cabreo vuelven otra vez a ponerse la máscara, o a quitársela, que nunca sabemos qué es lo que realmente hacemos al disfrazarnos. A todos los mayores, que están siempre dispuestos a dejarnos mal a los menos viejos con su fuerza y su incansable capacidad de ilusionarse y sorprender. A los que quedan en las murgas y, sobre todo, a la máscara callejera. A los que nos acompañan, que este año, seguro, vamos a ser muchos más.

Peca, peca que al que no peca se le seca! Pues que no se os seque nada. Que lo tengáis todo fresquito, fresquito, y tendréis mucho gustito. Hala, ¡Viva el carnaval y viva Puertollano! ¡Somos los mejores!
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