Corazón Volcánico

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Puertollano Magazine

Ecoembes

11Octubre 2019
Corazón Volcánico
En los últimos setenta años, Puertollano ha sido descrita como Avanzada Minera (desde el último cuarto del siglo XIX), el Faro Industrial de la Mancha (Primi Ortega y los autores tomelloseros o el gran dramaturgo Francisco Nieva), Ciudad Industrial (directores del INI y de los Planes de Desarrollo), la Nueva York de la Mancha (Marsé y Umbral), Ciudad de la Energía (los locutores de la SER y de la COPE) o el Corazón de Hierro (Mayte Fernández, Bono y Barreda). Pero la realidad más absoluta es que es Puertollano Kapital (Cuenca Minera) y la “Entraña Volcánica” (verdadero apelativo en cuanto a la geografía, la geología, la historia y la composición de las sumidades de fuego y actividad planetaria que subsisten bajo la corteza terrestre que ocupa el enclave carbonero.
Este cuatro de octubre, el otoño apenas comenzado y las hojas más secas que de costumbre a fuerza de sequía, Almodóvar del Campo y Puertollano han sido capitales europeas en la “Jornada de los Volcanes”. A muchas personas esta celebración les sigue pareciendo, en mayor o menor medida, curiosa. Porque la actividad del magma que asciende hasta romper los contornos del globo desde el manto y las profundidades de nuestro mundo, ha roto los horizontes de este mapa geográfico una multitud de veces desde que se enfrió el paisaje de estos territorios.

Más de una vez, conversando con los últimos alcaldes y alcaldesas de Argamasilla de Calatrava, desde los ventanales del consistorio rabanero, he señalado a primeros y segundos ediles, los claros cráteres que pueblan la Sierra de Santa Ana y los caminos monteros de La Mesta. Muchas y muchos de ellas y de ellos se han sorprendido al distinguir diáfanamente esas formaciones de cuarzo y basalto que salpican la orografía rocosa. Les tranquilizaba, en parte, asegurando que habían surgido y deformado sus crestas a lo largo de más de cincuenta millones de años. Después añadía, para quitarles la placidez, que más de trescientos conos de varias erupciones, salpicaban el campo calatraveño y que habían servido, con sus piedras picadas y amontonadas, para trazar los caminos de hierro de la FEVE, la Renfe y el AVE a lo largo de los últimos dos siglos. Estas formaciones tienen menos de dos millones de años.
Cuando hacíamos novillos en el Dámaso Alonso, entre los sembrados, las viñas y los olivares de los caminos hacia Villamayor de Calatrava, directos a caleros y antiguas fundiciones, los restos vítreos se mezclaban, arrastrados por arados y cosechadoras, con bombas de cenizas ancestrales y obsidianas de colores que daban cuenta de lo que había brotado de los interiores del pasado. Se han hecho colecciones de piedra pómez y cuarzo derretido y vuelto a hacerse sólido, que pueblan los museos y los anaqueles de casas particulares y colegios. No falta de nada.

Si se observa, gracias a Google Maps y otras aplicaciones de las redes globales, la superficie de nuestro territorio, aparecen lagunas de redondez alarmante que salpican todos estos términos municipales. Son también cráteres. Conos, circos más o menos caídos por el empuje de las orogénesis, charcas y espacios lacustres en medio de los secarrales manchego y alcudiano, colinas truncadas por alguna explosión inmemorial y géiseres fríos o calientes a mitad de la nada, nos van contando un tremendo relato de la fuerza destructiva (y creativa) que tiene la Madre Naturaleza.

Al-Mutawar, aproximadamente, en el árabe berberisco y norteafricano que bautizó los terruños aledaños, quiere decir “redondo”. La laguna de Almodóvar y el propio sitio de La Santa, circular como un cromlech fabricado por el Universo, dan nombre a la extensión local más grande de la región autónoma y casi de toda España. En su enorme término hay minas y agujeros de los que brotan constantemente gases y componentes que se producen al calor del vientre de Gea. Sus inquietantes profundidades y los suspiros exhalados por el terreno han poblado los mitos desentrañados por sus gentes, cambiando nombres y teologías según iban alternándose las sucesivas religiones.

Puertollano, en efecto, tiene un corazón de hierro, de carbón y de piedras que están llenas de combustible para seguir avanzando. Los ácidos carbónicos y el calor de la tierra hacen que el agua de sus manantiales se enriquezca con óxidos y gas para hacer agua agria. En Fuencaliente, no lo olvidemos,  el líquido ferruginoso surge a temperaturas elevadas de un monte aparentemente tranquilo. Es obvio que en su interior hay calderas naturales que alimentan el hervidero santo que tantas enfermedades sigue curando. De la misma forma, a través de las redes freáticas de la Cocinera y el Barranco, las vetas del acuífero recogen esta caricia ígnea para ofrecernos el líquido inmémore a través de los caños de la Fuente del Doctor Limón. Es nuestro miocardio férreo y lo más significativo del linaje de todas las familias que pueblan este paso montañoso que entre san Sebastián y santa Ana, en plano, abren la Puerta del Valle de Alcudia para quienes vienen de visita o a quedarse.

Vivimos en medio de un Volcán. Hefestos o Vulcano son los dioses auténticos que habitan bajo nuestros pies. Europa ha celebrado y temido esta realidad con una jornada que deberemos repetir y conservar para siempre.

Si el núcleo de la Tierra es sólido será seguramente por la presión del mundo enorme que lo recubre. Pero a su alrededor, también es seguro, hay un espacio gigantesco líquido que le permite girar, no se sabe en qué sentido,  produciendo por el efecto de fuerzas incesantes un campo magnético que protege al hogar de hombres y mujeres de los rayos cósmicos que impedirían la vida si dejasen de actuar. Varias capas de elementos más arriba, los fluidos escapan, gracias a su densidad y a la presión del “vientre materno”, más tarde que pronto pero, eso sí, de vez en cuando, asustando a las criaturas y destruyendo su futuro según les pille de cerca.

Su violencia hace que suban y bajen las montañas, sepultando inmensos bosques de helechos arborescentes y otros seres vivos que se transforman, al cabo de los miles de milenios, en yacimientos de petróleo, carbón y pizarras bituminosas. Estos cambios han permitido a Puertollano defender su futuro con los restos de un pasado remoto. El silicio que sirve para acumular tanto los rayos del sol como para despedir a las trabajadoras y trabajadores que intentaban labrarse el porvenir, también procede de las transformaciones del subsuelo.
Nos alegró, por tanto, participar y fotografiar a las alumnas y alumnos que ponían en práctica, junto a la Universidad de Castilla-La Mancha, las lecciones de Geografía, Geología y Física que habían estudiado y de las que habían obtenido calificaciones y notas en los últimos cursos. Quienes saben que los Campos Flégreos de Nápoles y Capri sepultaron en una bocanada de temperaturas piroclásticas las esperanzas de Pompeya y Herculano, temen que cualquier exabrupto de los montes tranquilos pueda hacer lo mismo con nosotras y nosotros.
Los volcanes que pueden destruirnos son también responsables de que aspiremos a sobrevivir.  Probablemente no veamos esta iracunda reacción a nuestra propia delicadeza para con los monstruos que esperan resucitar debajo de los cimientos de nuestros edificios. Pero debemos prestar atención a sus manifestaciones y experimentar el agradecimiento permanente a sus productos, residuos o vestigios de Eras inmemoriales. Son la inestable garantía de cualquier subsistencia, la promesa de la Vida y la Muerte, pero también de la Resurrección.
Foto: Turismo Castilla-La Mancha
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