La luz y el calor nos llenan de alegría, pero a veces pueden desbordarnos. A unas personas les cursa con excitación y palpitaciones, a otras, por el contrario, les deja sin fuerza y con un estado de ánimo muy bajo. Los profesionales tienen un nombre para esta situación de quedarse sin ganas de hacer nada: la astenia primaveral.
Es normal que en primavera y en otoño, cuando los cambios son más bruscos en duración de luz del día y en el frío o calor, o ambos alternos, lo notemos. Según los psicólogos es más una adaptación que un trastorno. Este año sumamos a la depre habitual, el hartazgo de un confinamiento que ha durado lo que parece un siglo.
Aunque no tiene por qué ser grave, la astenia es un momento de mucho estrés y aunque se pasa por si sola con un poquito de cuidado y buenos alimentos, tampoco está demás acudir a un psicólogo. Nuestra psicóloga de cabecera, Ana María Molina, nos hablará de este tema en las próximas semanas, porque siempre recurrimos a ella para ayudar a nuestros amables lectores y nuestras adorables lectoras.
Porque lo vamos a necesitar más que en la primavera pasada, con lo dura que fue. Y aunque no hay tratamiento específico para curar la astenia, ya que se trata de un proceso de adaptación del organismo, se pueden hacer terapias y modificar conductas.
No hay ningún tipo de medicina ni receta médica «curativa». De todas formas, sí existen algunas cosas que nos ayudarán a que el cuerpo y la mente se adapten con mucha mayor facilidad. En primer lugar, tenemos que llevar una vida saludable. Hacer comidas a horas regulares, mantener el cuerpo en un buen estado físico y mantener una vida ordenada. Dejarnos ya de tanto cocinar y hacer pan y dulces y otras cosas. Mejor comprarlas, porque así nos daremos un capricho y no estaremos a punto de reventar después de no haber salido en muchos meses de las faldas de la mesa camilla.
Los almendros, las mimosas y los cerezos, sobre todo silvestres, están hermosísimos, a base de flores, esas maravillas de la sexualidad vegetal que nos implican a los alérgicos con el polen y sus pequeños ácaros. Ojalá estos bichos tuvieran un efecto en el Sars Cov 2. No nos importaría estar estornudando hasta que se nos fuera, por lo menos, la mala leche que hemos condensado en esta epidemia planetaria que parece que dura hasta el infinito y más allá.