El final del verano

Otro verano que se va perdiendo
en cualquier rinconcito de septiembre.
No lo quiere pensar, solo está mudo
y se esconde en el rosa del crepúsculo.
 
Se escuchan voces, trinos, de mil pájaros
en el eco inaudible de las tardes
que sepultan la luz rápidamente.
El amor nunca es inofensivo.
 
La belleza se asoma en las esquinas
y no permite al sueño su reinado
con el que acorta el filo del calor
y quita hierro a los atardeceres.

Ya sin máscaras pero con mil cuidados,
nos acechan las hojas hechas flores.
Sartre tenía razón.
Hay mil colores más para los sueños.
 
El sudor se diluye con tormentas
que nos impiden disfrutar la noche.
El sol, convaleciente, se desploma
en la penumbra de cualquier otoño.

Otro verano que se va perdiendo
en cualquier rinconcito de septiembre.
No lo quiere pensar, solo está mudo
y se esconde en el rosa del crepúsculo.
 
Se escuchan voces, trinos, de mil pájaros
en el eco inaudible de las tardes
que sepultan la luz rápidamente.
El amor nunca es inofensivo.
 
La belleza se asoma en las esquinas
y no permite al sueño su reinado
con el que acorta el filo del calor
y quita hierro a los atardeceres.
 
El sudor se diluye con tormentas
que nos impiden disfrutar la noche.
El sol, convaleciente, se desploma
en la penumbra de cualquier otoño.

Benjamín Hernández Caballero