El Otoño de los Patriarcas

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Ecoembes

07Noviembre 2022
El Otoño de los Patriarcas
Cuántos poemas, relatos, composiciones musicales, cuadros y viñetas han recibido este título: “Sonata de otoño”. El propio nombre ya te induce a pensar en cosas casi tristes. La estación equinoccial que comienza en septiembre, no se torna real e irrefutable hasta que llega noviembre. Otoño sabe a final porque el invierno es como la etapa dormida del año, con todo lo que tiene de muerte-en-vida y sueño-frío-cansado. La primavera es principio y el verano rotundidad.

El otoño suena a hojas que se caen y luego se dedican a crujir bajo las suelas de zapatos más cerrados, a sandalias que se guardan en lo más profundo de armarios y roperos, para evitar que nos recuerden el sol perdido. Viene con ropas que se abrochan, higos, membrillos y uvas que van agotando la tersura.

El otoño es el preludio de las nueces y las castañas, de la rebeca que de repente no se te olvida porque te la recuerda el aire insistente de la calle, bajo las ensenadas de una tarde muy corta, que ya no se recrea hasta casi las once, como hace tan poco…

Noviembre cae a plomo sobre las conciencias después de ese prodigio que trae el veranillo de san Miguel, y que aquí suele ser tan breve. Se asoma primero por los montes, que siguen dorados por los pastos enhiestos del secarral manchego. Contagia el oro a los álamos y chopos que cobijan las fuentes, extenuadas por el estiaje. Advierte del final en el paseo, invitando, no obstante, a caminar fuera del rigor heliocéntrico de hace mes y medio.

Es tiempo de relax para las siestas, que van haciéndose más chicas mientras uno se pregunta por qué. Porque es ahora, con los termómetros por debajo de los 15, cuando va apeteciendo más, enjuta de sudores imposibles y encuentros breves por el amor acalorado.

El otoño tiene nombre en si mismo porque todo lo demás lo enfrentamos como con alegría, aguardando flores, frutas y fiestas, con más o menos abrigo. Pero ahora ya es otoño, como si nada más cupiera en estas cinco letras tan españolas y añorantes. El mes de los santos, las castañas, los boniatos y los dulces tan ricos. Hojas crujientes por el suelo y flores manchegas crujiendo en el paladar.
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