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Puertollano Magazine

Ecoembes

15Enero 2020
Escribir
Me ha gustado hablar y escribir desde que tengo uso de razón. Con apenas seis años, unos compañeros se inventaron una historia plagada de películas de entonces y de dibujos animados. Yo, que era seguramente el peor dibujante de la historia, les puse dibujos a esos párrafos ajenos. Pocos días después, cuando me daba cuenta de lo mal escritos que estaban y sus muchas faltas de redacción y ortografía, me puse a corregirlos y llenamos un cuaderno de mutuo acuerdo. Valentín Martín, glorioso fontanero y amigo de la infancia, fue el coautor (con otros cuantos compañeros de primero y segundo de E.G.B.) de aquel primer escrito hecho a varias manos. Desde entonces he llenado miles y miles de papeles, folios y servilletas en bares, con ocurrencias más o menos dichosas. He publicado en todos los medios de comunicación que estaban a mi alcance y he conocido a grandes maestros que me siguen enseñando, aunque sólo sea a través del recuerdo, a contar cosas que se me ocurren.
De mis primeros cuentecillos y poesías tengo la seguridad del apoyo de mi abuelo “papá Isio” y de mi tito Benjamín. También me acuerdo de la sonrisa orgullosa de mis padres y de algunos vecinos que me llamaban, como “el Saldista”, el “filósofo”. Muchas comillas para tan poca cosa. Lo sé.

Cuando el colegio Ramón y Cajal de Puertollano me fue cambiando gimnasia por palabras, a través del Tío de la Pipa, de Radio Popular de Puertollano y del Diario Lanza, conseguí escribir en el periódico de la Diputación reseñas de los equipos de futbito y baloncesto de la escuela. Manolo Sánchez, que hacía las crónicas del Calvo Sotelo en el diario y en la “Hoja del lunes”, les dijo a mi padre y a don Jesús, párroco de San José, donde era monaguillo, que “había que ver lo bien que redactaba el niño”.

Hablaba por la radio y publicaba mis cosas, con una reputación de “niño prodigio” que jamás se ha correspondido con la verdad auténtica, valga la redundancia. Lo cierto es que he sido y soy feliz contándole tontadas a la gente.

En el Dámaso Alonso, Javier Flores y yo heredamos a su hermano la publicación de “La Charca”, y seguí haciendo los resúmenes de partidos de fútbol sala, baloncesto y balonmano en los que había sido juez de mesa. Ya se encargó Pepe Castilla de enseñarme y protegerme sobre todas las cosas. Como también hacíamos teatro, las mejores críticas que hayan recibido jamás los grupos de BUP fueron las mías. Fui mimado por mis maestros y maestras, mientras me alentaban a seguir con relatos y poemas de la mano de Isabel Castañeda y Álvaro Sánchez.

En el Lanza, Francisco García Sánchez “Fran”, me corregía los errores tipográficos y me mandaba al tren o a la “viajera” para enviar los folios a la redacción ciudadrealeña, lejana a pesar de los cuarenta kilómetros que nos separaban. Loles Porras y Carmina Lorido me defendían de las firmas de personas que rubricaban mis escritos.

Cuando me fui a la mili, mientras hacíamos programas más o menos felices en la COPE y su recién nacida Cadena 100, también me encargué de enseñar a leer y a escribir a militares venidos de una España que nadie se podría imaginar hoy en día. En “El Palleter”, órgano literario de la Capitanía de Levante, sita en Valencia, gané premios que consistían en días de permiso en Puertollano, donde seguía escribiendo, hablando y comentando en la Revista Municipal y los grupos literarios. Gané premios y amigas como a mi Ana Molina, y me interné, una vez licenciado del servicio de armas, en los antiguos marcos de la comunicación democrática. “Estaribel” es un buen título para tanto arte y poderío. 
 
Fueron los tiempos del “Vermú”, con Víctor Morujo, fraternalmente mío, de los hermanos Alonso (Loli y el director, Santos), de Nati y Juan Bautista, encontrados de nuevo en un breve pero intenso periplo en Antena 3. También conservo como un tesoro el aprendizaje de la maquetación en Imprenta Guerrero, y de la oportunidad que me dio Piedad Barrios inmortal en el periódico Canfali. En la 100 y la Cope viví “El Sueño de una tarde de secano” y “La Bola de Agosto”, entre miles de programas de cultura, flamenco y diversión como no ha habido otros.

Luego vinieron la revista “Bisagra” y “E+M Publicidad”, ofertas falsas en “Radio Arco Iris” y, por fin, “Telepuerto”, cuyas cámaras me dieron la mayor lección de humildad que puedo atesorar. No podré olvidar jamás a Emiliano Delgado, Charli o José Alberto Borreguero, amigos irreemplazables.

Nació “La Comarca de Puertollano” y seguí con otro gran maestro, Julián Gómez, que sigue peleando por defender un medio inigualable. Y así llegó la SER, con mi inolvidable hermana Mila como Musa. En esa casa conocí a Miriam Martín (la mejor voz que existe), Rebeca Gómez, imposible de desterrar de cualquier meninge, Rita María Fernández, implantada en mis genes junto con sus familias. Ángel Moreno, Mario Carrero, mi malograda Pruden Ortiz y Mila Negrete son los nombres que transporto en mi historia personal.

Después estuve en Imás TV y Onda Cero, con múltiples vivencias y circunstancias, con amigas y amigos que han sido mucho más que compañeros. Ahora mismo, esta revista digital que hemos bautizado hace un año como Puertollano Magazine, con mi hermano Mario Sánchez Peco al frente, quiero volver a ser feliz haciendo lo único que sé: hablar y escribir, echar la buenaventura a todas las personas que me importan y a las que les importo.
 
Seguramente me olvido, ya sea por las escasas neuronas que conservo, o por algunos recónditos misterios del subconsciente, de muchos otros hombres y mujeres a los que les debo todo o gran parte de lo que soy. Perdonadme.

Así podremos inaugurar un año 2020 en el que me gustaría reencontrarme siempre con el gusto por la palabra, por la dicha, por el buen humor y la felicidad que deseo a estas mismas gentes. Si lo consigo, podré decir que sigue mereciendo la pena.
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