La mayor Feria del Vino del Mundo

síguenos en redes:
Puertollano Magazine

Ecoembes

09Mayo 2022
La mayor Feria del Vino del Mundo
Una feria del vino y sus gentes es algo mucho más importante de lo que les pueda parecer a muchos. La Mancha y, sobre todo, la provincia de Ciudad Real siembra en su geografía extraordinaria el mayor viñedo del mundo. La Diputación Provincial de Ciudad Real se ocupa de promover una cultura maravillosa con FENAVIN.
Durante mucho tiempo, hemos vivido de espaldas a esta realidad incontestable, en la que se basa una de las mayores convocatorias comerciales de un planeta Tierra que sustenta a cerca de siete mil millones de personas, la inmensa mayoría de las cuales no ha probado jamás este prodigio de la fermentación natural de los azúcares de una planta que sigue siendo un regalo de los dioses y la forma de vida y supervivencia de trabajadores, propietarios, productores, criadores y divulgadores de una cultura y un placer que van más allá de la simple (y sublime) agricultura.

Todas las miles de variantes, algunas exquisitas, otras sagradas, de una bebida alcohólica ancestral, proceden de la uva. Linneo y sus sucesores la denominaron, haciendo una abstracción de lo que es un regalo divino, “Vitis Vinifera”.

Para que del zumo de esta fruta maravillosa que brota en racimos de parras, majuelos y solana se transforme en vino hay que lograr que este jugo sobrenatural fermente metabólicamente por la acción de levaduras que producen alcohol y anhídrido carbónico. Ahora se dice dióxido de carbono, pero es lo mismo: un gas que hace posible la vida en la tierra y el calor en la atmósfera, aunque su exceso podría conducir al mundo a su propia destrucción.

La fructosa y los ácidos que poseen los racimos que brotan de la Vitis vinifera permiten que, con una especie de microorganismos que flotan en el aire y se sienten muy a gusto en la piel de las uvas, sirvan para que, con un poco de calor y oscuridad, el proceso natural de la transubstanciación de mosto en vino y de ahí hasta lo más sagrado.

El vino es superior en cuanto a concepto y sacralidad a otras maravillosas bebidas etílicas como la cerveza o la sidra, que son básicas en las culturas festivas y sacras de aquellas civilizaciones que no tienen la suerte de encontrarse en un clima mediterráneo o similar. Griegos y romanos consagraron a Dionisio o Baco sus efectos embriagadores y la poesía o el exceso que surgían de su ingesta. Y por eso las ánforas de este líquido y el precioso aceite de la Bética llenaron de cerámica el monte Testaccio y algunas ensenadas de los puertos del Mare Nostrum.

Es tan sagrado el vino que algunas religiones lo prohíben y las que lo aceptan insisten en unas normas de producción que a los aficionados a beberlo nos parezcan mentira. Los judíos más ortodoxos exigen que no haya tocamientos indebidos con gentiles y que se pasteurice gran parte de los recipientes y el propio elixir de amor.

En las iglesias católica, ortodoxa y algunas confesiones luteranas y protestantes, el vino tiene que ser virgen, en muchos casos una especie de mistela que no sienta el contacto con la vulgaridad para que sirva en el Momento Supremo y Culminante en que la Consagración transforme el fruto de la vid y del trabajo del Hombre en la Mismísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Ni más ni menos.

Volvamos al principio. La mayor bodega de este planeta azul tan susceptible a guerras y tan poco proclive al cariño, está en La Mancha. Y así comienza FENAVIN, una feria dedicada al elixir de Baco, que se ha convertido en una de las más importantes del mundo. Brindaremos porque lo siga siendo por los siglos de los siglos.
Comparte esta publicación


 
Política de Cookies
Utilizamos cookies propias para el correcto funcionamiento del sitio web, y de terceros para realizar el análisis de la navegación de los usuarios. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí. Aceptar