Y ha sido a manos de unos verdugos que no saben nada de amar y si de brutalidad y psicopatía criminal, están en un santoral en el que mi memoria recuerda malos tratos a personas muy cercanas. Aunque no se hayan podido llenar las calles de toda España con su homenaje, grito y reivindicación, sí podemos hacerlo personalmente, desde nuestras redes sociales y desde nuestras celebraciones personales o en familia.
A las mujeres todo les cuesta más que a los hombres, desde su propia naturaleza de madres y criadoras. Las hembras son las que ponen el huevo o gestan el embrión en su interior. Desde que aparecieron ciertos reptiles y absolutamente las aves, el cuidado de las crías se comparte entre los padres, como podemos ver en un nido de cigüeña. Pero todos los estudios hablan de que la inmensa mayoría de los ejemplares femeninos trabaja más del 80 por ciento del tiempo.
Cuando llegaron los mamíferos, casi todas las especies de machos rivalizan por ser padres, pero en cuanto la hembra se queda preñada, el resto es cosa suya. Contados casos hay en los que la pareja se ayuda en la crianza. El caso de los humanos es una de estas excepciones. En la naturaleza de las personas hay un componente de bondad y una superación de los instintos salvajes que ha permitido superpoblar el planeta tierra, algo muy difícil para un primate sin demasiados componentes de fuerza física.
La inteligencia, la cultura y el arte, han llamado desde siempre al amor, la compasión y la ayuda entre todos los prójimos. También las religiones, salvo ciertas legislaciones discutibles sobre moral sexual y celos, animan a la buena conducta en general. Sin embargo la mayoría de los textos sagrados han sido escritos por hombres, con arreglo a una moral personal de patrocinio y poder, que choca con la realidad de una relación que debe ser más sencilla.
Hombres y mujeres deben ser sagrados. No hay diferencias en las capacidades de cada uno. A lo sumo son físicas, pero no son importantes, porque la encefalización es exactamente igual y proporcional al peso del individuo y no del sexo. Lo han demostrado cuando las han dejado. Pero todavía hay una discriminación extraordinaria por la fuerza de la costumbre. No cobran el mismo salario aunque suelen ser mayoritariamente más eficaces que los varones en casi todo lo que se proponen.
Por eso es necesario seguir reivindicando y homenajeando a las trabajadoras, las empresarias y las que hacen de madres en hogares que se nutren no solo de su leche en la lactancia, sino de su labor diaria, en muchos casos compaginada con su propio empleo.
Las madres gestan, paren, crían, son más hábiles y casi siempre pueden defender a sus hijos sin necesidad de recurrir a la fuerza contra otras mujeres. Ningún macho alfa habría nacido sin que una mujer se hubiera tomado la molestia de no abortarlo. Hay que seguir legislando y rompiendo techos de cristal que no sirven más que para que los violentos, agresores, maltratadores y asesinos se pongan a cubierto de sus propios instintos repugnantes, en vez de visitarse desde el primer momento con una pléyade de psiquiatras y entregarse a la terapia correspondiente con una buena psicóloga, por ejemplo.
La Pasión y la Muerte de tantas mujeres tendrían que clamar Justicia cada jornada del año. Pero el 25 de noviembre puede ser un buen día para reivindicar el feminismo, absolutamente necesario hasta que se igualen, definitivamente, derechos y deberes para todos los seres humanos, indiferentemente de que tengan entre las piernas unos órganos u otros.
Benditas sean nuestras madres, nuestras esposas, nuestras hijas, nuestras tías, nuestras sobrinas, nuestras abuelas, nuestras suegras, nuestras hermanas y nuestras cuñadas. Benditas sean nuestras amigas y nuestras enemigas. Gloria a la Mujer en la Tierra y Paz a los hombres de buena voluntad, educación, maneras, respeto y tacto.