Érase que se era, hace de esto lo innombrable, que los mundos no existían ni quien les representase. Pero Tiberio, imperando en sueños inabarcables, mandó un senatoconsulto para censar lo incontable
.
Las conjuras de Israel, macabeas e implacables, decretaron leyes nuevas con las que poder alzarse. No ha habido en toda la vida momentos más insultantes, ni hondonadas de raíces dispuestas a rebelarse. El anciano rey Herodes, fingiendo nunca inmutarse, reclutó flechas y arcos para poder instalarse. Así destruyó los cuerpos de prostitutos e infantes. Al cabo de muchas horas, los inocentes lactantes murieron sin más problemas y destruyeron sus carnes. Mientras tanto, los rabinos, sin ocultar tanta sangre, levantaron sinagogas ajenas a la vorágine.
Una estrella insatisfecha repleta de mil vestales, gozó de mil profecías y un firmamento salvaje. Una Virgen de David, anegada de señales, soñó con una galaxia de lactancias inefables. Su esposo se resignó con mil millones de arcángeles y al menos tres reyes Magos ungieron a un rey amable.
El ansia del Firmamento se fundía en los Portales, mulas y bueyes reían rumiando ramas de árboles. El Fin de los Mediodías y los signos celestiales, arruinaron los conceptos de profecías inmortales. Al final, todos los ángeles, en apriscos y corrales, cantaban la santidad de un recién nacido infante.
Pudo ser el 25 de diciembre o semejante. Las fechas y los motivos, no los ha entendido nadie.
FELIZ NAVIDAD.
