Nos quitamos el tapabocas con motivo de una feria de mayo. Es una fiesta muchísimo más interesante de lo que le pudiera parecer a don Fulgencio Arias cuando el siglo XIX se disponía a pasar a la historia.
La feria de Puertollano nació como una necesidad imperiosa ante el crecimiento de una población que se había multiplicado por veinte en los últimos años. El final del siglo XIX trajo a este enclave agroganadero transformado en minero – metalúrgico, una serie de carencias que habían de cambiar la cara y la realidad de los años siguientes.
Los grandes terratenientes de la zona, que se habían convertido en propietarios o arrendadores de minas y pozos, se encontraron con que los vecinos también se pasaron al trabajo en las galerías y en el transporte de mineral y material industrial, de prospección y mantenimiento. Con esta evolución empresarial y laboral, los arrieros, transportistas de la época, fueron resultando insuficientes.
De repente, los gañanes se quedaban desasistidos de bestias y aperos de labranza que el chalaneo esporádico no podía abastecer. Por eso, Fulgencio Arias decidió convocar a los feriantes que también estaban estrenándose en enclaves como Sevilla, organizados y poderosos, relacionados con los grandes ganaderos de Andalucía y Extremadura, para fundar un gran mercado anual que aspiraba a codearse con Zafra y Córdoba.
Además, una gran Feria traería una serie de atracciones y atractivos que marcarían un punto de inflexión en la primavera, para prepararse para las últimas siembras y las primeras cosechas. Así nació el Mayo en Puertollano. Coincidiendo con las fiestas de la Cruz, en unas fechas cómodas para los profesionales, cercanas a otras concentraciones ganaderas, nacieron las Ferias de Puertollano, que pronto adquirieron un prurito de excelencia que iba a hacerlas muy atractivas en todos los aspectos.
De las cuerdas de ganado a la construcción de un Gran Teatro, un Casino, un Ayuntamiento Nuevo y una Plaza de Toros, todo fue uno. En otros veinte años Puertollano ya tenía un empaque con el que entretener a los ricos y distraer a los pobres, que bien se lo merecían.
Nuestra ciudad no ha sido, por desgracia, propensa a la alegría en el sentido social de la palabra. La propia naturaleza de las explotaciones de carbón y pizarra, llena de peligros y accidentes ha tenido de luto a la población prácticamente todos los años. Los vecinos, sin embargo, siempre han sido particularmente alegres y proclives a la juerga, porque no hay nada como enfrentarse a la muerte y a la explotación laboral para que el cuerpo te pida un poquito de jarana.
Que dejen de machacarnos. Es nuestra oportunidad. Porque no tenemos más remedio que subvencionar suelo para que vengan a trabajar aquí, para que trabajemos todas y todos aquí.
El exiguo término municipal y el carácter de las explotaciones mineras en el sur, que hacen inviable la urbanización y la construcción en la zona, así como el gran crecimiento del núcleo urbano, hacían que el patrimonio del ayuntamiento, es decir, del pueblo puertollanero, fuera absolutamente deleznable. Ahora sí tenemos y lo vamos a volver a poner en funcionamiento.
Es un conjuro para que esta Ciudad con el Corazón de Hierro se recupere. Las empresas que vienen nos ayudarán, pero nosotros tenemos que seguir invirtiendo y gastando aquí. Benditos sean los dioses de la anarquía y el despropósito.
Estos datos, así como las previsiones de futuro más moderadas, me inspiraban a ir pensando en una feria del sol. Donde las entrañas horadadas de esta ciudad encuentren su sueño en el firmamento. Una feria heliocéntrica y llena de luz. Porque el pasado tenebroso y el porvenir luminoso tienen derecho a una seria dosis de esperanza. Que nadie nos la ampute. Felices Ferias de Mayo 2023.