¡Viva Santa Águeda de Puertollano!

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Ecoembes

04Febrero 2022
¡Viva Santa Águeda de Puertollano!
Gracias a Ana Valderas y las Señoras Compañeras, en Puertollano y su comarca, reivindicamos la investigación que logre erradicar, con el favor de las divinidades, los angiomas, bultos y demás sortilegios que obligan a pedir el favor de la salud.
Aunque ahora no podamos creerlo, hace miles de años que las mujeres de todas las tribus humanas en Europa, Asia y África, son conscientes de que cuando ciertos crecimientos en las tetas se hacen demasiado grandes, no les queda mucho de vida. Hay cuentos indoeuropeos, mediterráneos, persas y modernos que nos hablan del terror que sufrían las matronas antiguas al advertir que entre sus glándulas mamarias se anidaban formaciones biológicas que, sin saber exactamente lo que eran, se convertían en el convencimiento de que había un final ineludible y doloroso.

Las “Venus” de piedra de hace más de treinta mil años, se convertían en anuncios de una muerte segura. Sus opulentas formas no eran capaces de encubrir el siniestro final de aquellas concreciones que, en el medio del pecho, atesoraban el clímax de la enfermedad. Así, convirtiendo a mártires y santas en chivos expiatorios del sufrimiento presentido, las fiestas de las iglesias sucesivas se hicieron portarretratos de la esperanza y la desesperación.

El caso es que, como supieron tantos y tantas mujeres y hombres cultos, había una condena en las alteraciones de los pechos femeninos, que dejaron, poco a poco, de ser estigmas de santidad antigua, para convertirse en la certidumbre de la muerte dolorosa del cáncer.

Yo recuerdo desde mi más tierna infancia a mi Nani. Siempre ha sido una chica guapa, hija maravillosa, madre excepcional, amiga innegable. La conozco desde que nací y la he visto crecer, con su inteligencia superior y su constante voz clamando en el desierto, para concitar en su sombra miles de adeptas, fueran o no señaladas por el cáncer de mama, tuvieran o no tuvieran amigas (y amigos) sufrientes de la criba espantosa de los genes infames. Era y es la matriarca que soporta las críticas y defiende sus principios contra muchos “bienpensantes” a los que no les importa nada.

A ella, a Ana Valderas, sí que le importa todo. Ha traído a Puertollano, para bendecir sus propósitos llenos de investigación y de vida, a los mejores padrinos y madrinas, aliadas y aliados de la misericordia y la voluntad inequívoca de ser partícipes en la búsqueda de soluciones.

Cada 5 de marzo nos ponemos el lazo rosa que nos confirma como discípulos de una creencia extraordinaria: la de la capacidad de cualquier Ser Humano para cuidar y erradicar la Amargura del Mundo.

Besos, Ana y amigas, porque cuando somos capaces de conjurar los espíritus malvados que transforman bultos y amenazas en algo que se puede curar, estamos a salvo de las erráticas voluntades del Universo.
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