Empezaré felicitando a Óscar Sanz, un emprendedor de la provincia al que estimamos enormemente, que nos hizo saber sus encuentros con China desde las bodegas Camino Alto, de Villacañas. Una apuesta toledana por el planeta Tierra que tiene que tener su correspondencia en el mercado de más allá de la Gran Muralla.
Desde Cogolludo, en Guadalajara, en plena arquitectura oscura, la Finca Rio Negro, nos ofreció unos blancos que no pueden ser mejores, llenos de matices, notas florales, deseos de futuro y una juventud que nos deja sin aire. Tienen el porvenir a sus pies y una altitud serrana que no se puede comparar.
En Málaga, que muy pocos conocen más allá de sus Pedro Ximénez y sus vírgenes dispuestos a ser consagrados en las más nobles misas, descubrimos los secos de la misma variedad y la apuesta por un vermú que tiene que conquistar el paladar del mundo. Los Quitapenas siguen siendo un refugio contra la pesadumbre.
Los monjes capuchinos, en esta provincia que tiene tanto que contarnos a través de sus playas y sus fiestas, dejaron en el ADN de un lugar escondido de Andalucía, todo el amor del mundo por lograr los mejores atardeceres secos que puede conjurar la Moscatel de Alejandría. La Capuchina es grande.
En Andalucía, según se va de Puertollano al sur, está Montilla con su gemelo Moriles y tiene mucho que aportar al paladar de cualquier ser humano que quiera disfrutar. Desde un vermú inconmensurable hasta un vinagre asolerado, pasando por el ácido de las uvas verdes, que sin alcohol está triunfando en la cocina. Los finos amontillados siguen siendo los que llevaron a Edgar Alan Poe a sumergir a sus héroes en cualquier bota de roble bien curada.
Pasamos por Cataluña y nos dimos cuenta que siguen en la Feria Nacional del Vino de España, en Ciudad Real y sus prodigios. Una muchacha de un pueblo muy cercano a Amposta, junto al Delta del Ebro, nos enseñó su apuesta por los vinos biológicos, naturales y exquisitos de BIOPAUMERÀ. Un espléndido gusto por lo humilde, sin renunciar a lo que puede ser sobresaliente.
De La Mancha, cabe poco decir, es increíble cómo se han puesto las pilas las bodegas más antiguas y poderosas, lo mismo que las más familiares y modestas, para apostar por la enología que no le tiene envidia al mejor postor, aunque combate con unos precios imposibles de combatir. Todo es bueno en nuestra tierra enorme, el primer lagar del mundo, que sigue vendiendo un granel exquisito (esa feria es de Holanda), pero ahora lucha desde una posición absolutamente inmejorable. De aquí quiero destacar los vinos de Moral de Calatrava, blancos, rosados, tintos y un riesling que no le tiene envidia, con sus perfumes volcánicos, a ninguna carísima botella del centro de Europa.
Punto y aparte merecen, sin posibilidad de crítica, las Bodegas Volver. Todos sus productos son inmejorables y, a pesar de las críticas arrebatadas de todos los conocedores del Mundo, mantienen precios sin competencia y un sabor y una perfección que no tienen comparación posible, ni entre vinos con un precio cinco veces más alto.
Para finalizar, con el señor presidente de esta Diputación intachable, nos fuimos a tomar cava con Ramon Canals, que desde las barcelonesas colinas de Castelví, nos vino a premiar un brindis irrefutable, con el que un servidor ha celebrado bautizos y calçotadas desde hace muchos años y con el que tenemos, algunas personas, un pacto por la felicidad.
