La bandera del arco iris

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Puertollano Magazine

Ecoembes

29Junio 2019
La bandera del arco iris
Muchos siglos después de que los espartanos se hubieran convertido en la lectura favorita de los machos terribles, unos cuantos desheredados de la Tierra descubrieron que eran el prototipo de la homosexualidad. Esparta y Tebas, con los ejércitos llenos de capitanes que adoraban a sus compañeros efebos y postadolescentes, se hicieron arquetipos de una raza de maricones que podían competir con los mejores soldados que hubieran visto los lustros en la cultura griega y en la romana, que es lo mismo que decir de las creencias de occidente. Después de tanto tiempo, detrás de las ánforas con las figuras griegas que podrían pasar por porno gay al cabo de los años, una simple bandera de arco iris, que es utilizada por la paz entre iglesias y cultos, se ha convertido, una vez más, en razón para la controversia, cuando nada nos impide ver los colores en los que se refracta la luz, como una simple convención de quienes pretenden no ofender a nadie.
En muchos municipios, casas consistoriales y demás arquetipos de representación urbana, se han colgado en ventanas y balcones unas apariciones lanceoladas y múltiples, desentrañando el espectro de luz que ofrece cualquier prisma al ofrecer la luminosidad de un rayo blanco, sólo aparentemente, para que los estereotipos del mismo ser humano se identifiquen, o no, con las distintas orientaciones de la gente.

Las banderas no definen a nadie. Es más, las banderas suelen servir para separar voluntades e identidades de una manera idólatra, subterfuga y poco dada a la comunión de la mismísima compasión o tolerancia. Si perdonamos nuestras propias inquietudes, seremos siempre capaces de aceptar a quienes no se constituyen en nuestros mismos límites.
Desde que dioses, hombres y testimonios sagrados hicieron mella en la comprensión de los que no hablan igual, piensan del mismo modo o encuentran el desnudo contrario más o menos atrayente, atractivo o abstracto, el planeta parece no encontrar las razones para permitir lo que no pudiera parecernos lícito.

Pero desde que los malvados monoteístas quemaron los magníficos versos de Safo de Lesbos, a quien nadie ha podido superar en cuanto a calidad literaria y manifiesto romántico, desde que a los mudísimos dioses que adoraban a chicas y efebos, según su talante del momento, desde que no supimos que Anacreonte dedicaba sus odas a atletas bellísimos y a competidoras llenas de gracia y hermosura, seguimos ofendiendo a los auténticos creadores de la vida, que daban tanta importancia a la reproducción de algunos semidioses, como a la adoración que ninfas y muchachos, dedicaban a sus propios mitos, aunque esta necesidad les hiciera adorar un cuerpo masculino o femenino desde sus propios cuerpos masculinos y femeninos. Tal es la irrefrenable voluntad del mundo.

Hoy quienes se manifiestan por sentirse orgullosas y orgullosos de pertenecer a aquellos seres que aman, fornican o adoran a aquellas personas de su propio sexo, a quienes se sienten identificados con mujeres y hombres al margen de lo que tienen entre las piernas, a los bienaventurados que pueden alternar el placer con machos y con hembras, el arcoíris se les queda chico para poder proclamar sus DIFERENCIAS.

Felicidades, por tanto, desde PUERTOLLANO MAGAZINE, a quienes quieren mostrar su diferencia, después de tantos pesares y arrogancias, en contra de aquellas huestes que, simplemente por miedo o por envidia, se oponen a contemporizar y a permitir esta fiesta magnífica.
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