Cuando tras pasarle el psiquiatra un tests y diagnosticarle a partir de él que tenía un Trastorno Adaptativo de la Personalidad, vino a verme muy preocupada con los resultados.
¿Y?... le contesté.
Me miró confundida y desorientada ante mi actitud.
En una sociedad enferma como la nuestra no es un buen síntoma de salud mental estar totalmente adaptada, le aclaré. Y la expresión de su cara y de su cuerpo se relajó.
Dos ideas importantes se deducen a partir de lo anterior: que nuestra sociedad está enferma, y que los profesionales de la salud mental le dan (y aún siendo psicóloga me van a permitir que en este asunto me desmarque de mis colegas porque me he cuidado mucho de no caer en ese error por pura convicción de que es eso: un error), le dan, como decía, una importancia y una credibilidad absoluta a esos test cuya puntuación encierra a cada persona en una cuadrícula, una categoría diagnóstica, uno u otro Trastorno. Todo es muy relativo, y cuando hablamos del ser humano lo es aún más.
Respecto al primer punto si, pienso que nuestra sociedad está enferma, y esto me preocupa y entristece. No, no estoy hablando de la Pandemia por Covid que aún nos golpea. No hablo de esa enfermedad.
Hablo de la falta de valores cada vez mayor que se traduce en la falta de sentimientos positivos, la falta de empatía, de educación, de perdón, de "buen rollo", de confianza porque la impostura, la mentira, la violencia, la falta de honestidad y lealtad campan por sus fueros.
Y nada podemos hacer a gran escala pero sí que podemos influir positivamente en nuestro entorno. Podemos empezar el cambio en nosotros mismos y convertirnos en agentes portadores de otras actitudes aumentando lo mejor que hay dentro de cada uno de nosotros y trasmitirlo. Para empezar no es necesario tanto, una sonrisa, una respuesta amable, una postura comprensiva, un gesto de cariño, un talante educado, honesto y educado.
¿De verdad que es tan difícil intentarlo?.
Ana María Molína