Una madre que ahora necesita a sus hijos

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Ecoembes

11Febrero 2019
Una madre que ahora necesita a sus hijos
Juan Carlos Torres. Párroco de Almodóvar del Campo.
Decir Almodóvar, pensar en Almodóvar, visualizar Almodóvar, aún con los ojos cerrados, es contemplar la imagen de un pueblo de cuyo corazón nace y se eleva una torre singular que nos permite identificar que la ciudad de la que estamos hablando, pensado y viendo es, en efecto, nuestro Almodóvar.

Y es que la torre de la Iglesia es la que nos da la imagen visual que nos permite identificar a Almodóvar como tal. La torre configura el icono de Almodóvar. Es su imagen y su sello identificador.

La torre de la iglesia parroquial con todos sus siglos de historia, es el monumento que mejor guarda la memoria de este pueblo, su pasado, y su historia. Y es la pieza monumental más representativa del legado del patrimonio cultural de la localidad.

La Iglesia parroquial es la casa por la que han pasado y pasan todos los hijos de Almodóvar. Y es el lugar en el que hemos celebrado los acontecimientos más importantes de nuestra vida: nacimientos, primeras comuniones, matrimonios, y la despedida de nuestros seres queridos.

En ella, hemos rezado, nos hemos emocionado. Nos hemos alegrado y hemos llorado. Por eso, la iglesia constituye el lugar fundamental que guarda y nos acerca la memoria sentimental de nuestro pueblo.

La Iglesia es la casa común de todos los almodovenses: A nadie se le obliga a ir, pero a todos se les recibe. Para pasar a la iglesia no se pide carnet, ni condición alguna. Vayas muchas veces o pocas, en ella siempre hay un sitio para ti.

La iglesia parroquial es también el un punto de encuentro de todos los barrios. Ella vertebra y une la idiosincrasia de cada barrio: acoge sus celebraciones y sus patronazgos. Podríamos decir que es la casa madre en la que caben todas las ermitas de la población, las cuales, a su vez, representan a las gentes de cada barrio de la localidad.

La Iglesia es también la raíz espiritual del alma de este pueblo, su ser autotrascendente. Es la cuna de dos hijos ilustres, de los dos almodovenses más conocidos a nivel nacional e internacionalmente: Juan de Ávila y Juan Bautista de la Concepción.

Esa casa es un horno de fe y de amor donde palpita la presencia de Jesús en el Sagrario: la que tanto adoraron nuestros dos santos. En ese templo, los dos despertaron sus primeros sentimientos de amor a Dios y a los demás. En esos muros se plantearon la vida como un servicio en favor de otros. En ella sintieron y discernieron su llamada a dedicar su vida a hacer un mundo mejor, dejando un legado que ha enriquecido la historia de España en el ámbito de la cultura, de la literatura, y de la caridad social.

Los trinitarios de hoy, dedicados a redimir las nuevas esclavitudes de la sociedad actual, como son la droga, la cárcel, la inmigración, la trata de personas, el servicio a los refugiados, y a las minorías perseguidas, siguen la ruta que les marco Juan Bautista en su reforma. Una reforma que fue amasando con ilusión desde su infancia y su juventud en este pueblo, y que fue meditando y preparando -en su inspiración inicial- en el silencio y la meditación hechas en nuestra iglesia.

Por su parte, la otra figura -no del toreo- pero sí de Almodóvar, Juan de Ávila, fue el niño que llegó a ser conocido en el siglo XVI como el “Maestro” con Mayúsculas. Toda su vocación la vivió en Almodóvar, pasando horas en la capilla del Santísimo, preguntándose qué tenía que hacer con su vida, para que fuera una vida que mereciera la pena. Ese niño llegó a ser una de las figuras más importantes del humanismo europeo: fundó quince colegios, la universidad de Baeza; fue inventor de máquinas para mejorar las condiciones sociales de los más pobres; fue consejero de las grandes figuras que reformaron la España del siglo de Oro. Fundador, orador, consejero, místico, escritor y pensador que es el cuarto Doctor Universal español, en una selecta lista de treinta y seis nombres escritos en dos mil de cristianismo.

Quiero, con estas líneas, ayudaros a reconocer el valor patrimonial, histórico, cultural, monumental de nuestra iglesia, junto al valor social, identitario, y el valor simbólico y sentimental de este edificio, que es más que un conjunto de piedras inermes.

Para todos los que habéis nacido aquí, la iglesia no es ni puede ser un lugar más. Y para los que no hemos nacido aquí tampoco debería serlo.

Pero, hoy, la iglesia parroquial es como una madre que se ha hecho mayor. Una madre de la que han nacido muchos hijos. Ella los ha visto nacer, crecer, casarse, y hasta morir. Y ahora está muy malita y nos necesita.

El interior de la Iglesia sufre un cuadro de múltiples humedades que han devastado el suelo y las paredes. Se necesita excavar, hacer drenajes, meter bombas que extraigan el agua del subsuelo y canalizarlas para que no afloren al exterior.

La torre se cae a pedazos. Tiene los sillares desgastados, múltiples desprendimientos de piedra; pérdida de la argamasa que une las piedras. La balaustrada tiene partes que están sueltas. Los relojes están rotos y corren el peligro de que se deprendan los cristales de las esferas, que caerían como una cuchilla. La escalera de caracol necesita ser consolidada e igualmente el suelo de los habitáculos de la planta primera y segunda, que, cuando sean restaurados, ser convertirán en dos salas de exposiciones sobre la historia de la construcción del templo y el sentido y la finalidad de un templo cristiano.

Miradla la iglesia por dentro y veréis cómo sus muros están llenos de goteras, de corrosión, y de manchas de humedad.

Miradla por fuera. Fijaros en sus muros y contrafuertes y veréis que hay zonas en las que se han perdido totalmente muchos de sus sillares y ladrillos. Hay partes en la que se ha perdido el aparejo y la fábrica, e incluso se puede meter la mano y la mitad del antebrazo.

Como digo, hoy la iglesia es una madre muy enferma. Es mucho lo que hay que hacer en ella. Por eso nos planteamos ejecutar una primera fase de reforma que iría dirigida a restaurar lo más urgente, que es la torre y el suelo.

Y, después, en una segunda fase, más adelante, actuaremos en las paredes, los muros y los contrafuertes.

La Iglesia lanza un SOS a sus hijos de Almodóvar y este festejo taurino de la feria de marzo será una ayuda que tendrá que ser secundada por otras muchas más.

El presupuesto es de 325.000 €. Hemos pedido colaboración al CEDER y al ayuntamiento. El CEDER, si aprueba nuestra propuesta, nos otorgaría el 60 % del importe. Pero el otro 40 % depende de nosotros. Son 130.000 € que tenemos que sacar entre todos. El ayuntamiento nos ha prometido ayudar con 50.000 €, pero seguirían faltando 80.000 €
Así pues, en nombre de este edificio querido que no tiene voz humana, y a la que yo le presto la mía, quiero agradecer públicamente estas dos ayudasy pediros a todos que ayudemos a restaurar la iglesia de todo el pueblo.

Lleva en pie seis siglos y debemos dejarla sana y restaurada para que las generaciones veniderasencuentren en ella su casa, a Dios, y la memoria sentimental de su pueblo.
Muchas gracias a todos.

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