A Loli Buendí­a, madre buena, amiga imperecedera

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12Abril 2019
A Loli Buendí­a, madre buena, amiga imperecedera
Benjamín Hernández Caballero dedica esta elegía, con todo el dolor y el cariño posibles, a Ramón, Javier y Jesús, hermanos en el recuerdo y el luto, pero sabedores de que la Inmortalidad ya es un hecho. El Viernes de Dolores, santo de su santa y eterna madre.
Las madres del Universo
se desploman en la arena,
venciendo con su recuerdo
la desdicha y la pereza.
Las madres de todo el Cielo,
portadoras de belleza,
chóferes de mil partidos,
enunciadoras de fuerza,
madres con paternidad
obligadas por la ausencia,
señoras de lo sublime
y capitanas de esencias,
se vuelven eternidades
para no contar sus penas.
 
Los pesares infinitos
son arañas en sus telas
que tejen una mortaja
para muchas Odiseas.
Después de retar al cáncer,
después de oponer tristezas,
después de que todo luto
se concite y se convenga,
después de que el mismo tiempo
se concentre en una hoguera,
después de que cualquier hijo
se vaya de su cabeza,
se vuelven indiferentes
cuando las declaran muertas.
 
Yo denuncio el sacrilegio
de quienes no se lo crean.
Porque detrás de las ramas,
en las hojas de la higuera,
se cocinan los futuros
igual que las berenjenas.
Y el aire se hace más dulce
porque falta su presencia,
y sabemos que es mejor
el fin que la incontinencia,
que preferimos las sombras
a desesperanzas ciegas,
que es siempre lo menos malo
lo que más dolor nos cuesta.
 
Las luces del Infinito
se quedan mudas y quietas
y el viejo dolor del mundo
no tiene quien lo comprenda.
 

Foto: Wikipedia.
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