Castilla-La Mancha nació de la idea Nacional de poner un contrapeso político y cultural a las “nacionalidades históricas” (catalana, vasca, gallega y andaluza) que habían sido privilegiadas por la Constitución de 1978. La idea del “café para todos” no pasaba, mal que nos pese, de ser una ocurrencia. Y, claro está, después de la decisión política tenía que haber una conformación de la identidad en la que, lo primero que fallaba era la inclusión de Albacete y la exclusión de Madrid. Desde la desamortización de Mendizábal, España se dividía en “regiones naturales” que recogían las denominaciones antiguas de una Castilla La Vieja y una Castilla La Nueva, sucesoras de la Reconquista. Todos aprendimos, entre los Planes de Desarrollo, que nuestro espacio lo constituían las provincias isabelinas de Madrid,
Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara. Pero la geografía nos recordaba que La Mancha empezaba en Almansa y terminaba en la Sagra, si contamos la diagonal noroeste-sureste, y los valles de Alcudia y las serranías de Cuenca de sur a norte. La capital del país, la Villa y Corte, no resistía la fuerza y la capacidad del resto de un territorio. Murcia también se hizo independiente y así terminaron las cinco provincias con un intercambio entre el “poblachón manchego” al que se refería Tierno Galván por las tierras albaceteñas recién adquiridas para la actualidad.
Pero no olvidemos que, tras la restauración de los ayuntamientos democráticos desde el 79, se hicieron “Semanas provinciales” en las que se hacían ostentosas reafirmaciones de las tradiciones ancestrales y se recuperaban antiguas manifestaciones de la “Sección Femenina” para adecuarlas a las nuevas propuestas sufragistas. Puertollano vivió grandes representaciones de jornadas, semanas y quincenas “manchegas”, a las que ni éramos ajenos ni queríamos serlo. Cuando se hicieron las primeras elecciones autonómicas, hubo un lapso en el que ni sabíamos lo que era Castilla-La Mancha, ni por qué su fiesta regional se celebraba el 31 de mayo, un día después de San Fernando. Pero las asociaciones folclóricas y culturales “Virgen de Gracia” y “Fuente Agria”, con “Raíces Manchegas” y las Amas de Casa de “El Timón”, se empeñaron en representar bailes, costumbres y músicas, junto a platos típicos de la tierra.
Y la iniciativa extraordinaria de Santiago Viso Rubio “El Vinagrito”, en colaboración con los demás, lograron cortar la calle “Gran Capitán” mientras la SER organizaba, cuando la Junta castellano manchega, la Festividad del Santo Voto en connivencia con el día de la región. Fue la catarsis.
Hoy en día, año tras año, el centro de la Ciudad de la Energía se empeña en preparar migas, gachas, tiznao, pisto y asadillo, entre otras cosas, para hacernos sentir que somos especiales en la humildad. Y así recorremos, un final de mayo más, las calles llenas de gente con ganas de divertirse mientras presumen de una autonomía que ha dejado de ser una entelequia, para convertirse en una realidad de la que no nos pueden sacar, por más que a algunos no les guste que se descentralice lo que antes nos marginaba notablemente.